MIER, Tamaulipas — El verde olivo del Ejército tiñó de repente a ciudad Mier, un municipio del norteño estado de Tamaulipas que en 2010 sufrió el éxodo de casi el 95% de sus habitantes, por la violencia desencadenada entre el cártel del Golfo y el grupo criminal Los Zetas, que se disputan el control territorial y las rutas del trasiego de droga hacia Estados Unidos.
El pueblo colonial quedó casi en el abandono. Para finales de 2010 quedaban sólo 400 de los cerca de 7,500 pobladores que habitaban ahí antes de la ola de violencia, según nuevos datos proporcionados por la Cuarta Región Militar. Pero a raíz de la llegada del Ejército, la economía local empezó a recuperarse, y ahora, unas 4,800 viven ahí, según el alcalde de Mier, Alberto González Peña.
"La llegada del Ejército a nuestra ciudad ha brindado la seguridad a nuestra gente", comentó el presidente municipal de Mier, en entrevista con CNNMéxico. "Las familias de Mier están muy confiadas en la actividad que realiza el Ejército".
Juan, un taquero que ha vivido 49 años en Mier, se negó a huir del pueblo, pero soportó balaceras durante seis meses, las cuales a veces se prolongaban hasta ocho horas.
"Nos sentíamos como si fuera una guerra", recuerda. Ahora, dice, "nos estamos acostumbrando a vivir cerca de los soldados".
El hombre, de 52 años, tuvo que abrir su segundo negocio de comida este año, ante la debacle económica de la ciudad.
Por el contrario, María Cavazos Rodríguez, de 16 años, se rehusó a vivir en ese contexto y se trasladó a un albergue a la vecina ciudad de Miguel Alemán, a donde llegaron cerca de 100 familias de desplazados, la mayoría de escasos recursos.
"(Muchas familias) se quedaron en Miguel Alemán, nadie se quiso regresar. Fui una de las pocas personas que me regresé para acá, porque se metieron a nuestra casa a robar y no queríamos descuidar más nuestro patrimonio", relata.
Desde que entraron los militares a Mier, las balaceras que se presentaban cada media hora dejaron de existir, dice María Cavazos, y se acabó el virtual toque de queda impuesto por las bandas delictivas, que obligaba a los pobladores a no salir de sus casas a partir de las 17:00 horas.
El paso definitivo para la incursión del Ejército en tareas de seguridad pública fue el desmantelamiento de la policía local, sustituida por una militar a principios de 2011, como sucedió en 22 de los 43 municipios tamaulipecos, de acuerdo con Manuel Leal Rodríguez, coordinador general del programa estatal Comunidades Fuertes para Todos.
Bajo un calor de 40 grados, 134 militares de diferentes niveles recorren las calles de la ciudad, como parte de las brigadas de labor social: a plena luz del día podan el césped en parques, limpian calles, resanan paredes y pintan bardas de escuelas públicas.
Durante esta semana, los efectivos ofrecen a la población civil servicios médicos en un auditorio municipal, según el comandate del Quinto Batallón de Infantería, Adeodato Maravilla Salazar Montes.
En contraste a esta presencia militar, en las calles de Mier casi no transitan civiles. De vez en cuando se ve una familia caminar por las estrechas aceras o a un par de niños jugar en los parques. Casas de clase alta y baja por igual lucen abandonadas y descuidadas.
La reactivación económica se asoma lentamente, como sus pobladores en la vía pública. De enero a septiembre de 2011 reabrieron 18 negocios, de los cerca de 150 que existían antes de la crisis de seguridad, detalla Leal Rodríguez.
"Casi no hay trabajo aquí, nada más lo que da la presidencia municipal y el gobierno estatal. Aparte sólo nos apoyan con despensas", dice Guadalupe Patlán, ama de casa de 30 años y madre de tres hijos.
Una ciudad dentro de otra
A sólo un kilómetro y medio de la cabecera municipal de Mier, un nuevo cuartel militar se erige como una ciudad dentro de otra, autosuficiente en servicios técnicos, médicos y administrativos.
Desde hace tres meses inició la construcción del complejo, en un predio de 36 hectáreas que funcionará los 365 días del año con personal en servicio permanente y que albergará a 650 elementos para operaciones en Mier y en la llamada frontera chica (región ribereña entre los municipios de Nuevo Laredo y Reynosa), según Miguel Ángel González Cruz, comandante de la Octava Zona Militar.
La construcción de este cuartel y de otros dos más en los municipios tamaulipecos de San Fernando y Mante fue anunciada por el presidente Felipe Calderón en febrero pasado, como parte de la Operación Noreste.
Entre lo más relevante, el inmueble cuenta con un helipuerto, canchas deportivas, seis dormitorios con 600 camas, una comandancia, comedor, casa de visitas, unidad de sanidad, y depósitos para almacenar armas y drogas.
"Con el cuartel ya me siento segura. Yo me regresé al pueblo por eso, pero mis dos hijos no se quieren regresar de Estados Unidos porque viven mejor allá", cuenta una vecina de la localidad que no quiso proporcionar su nombre.
"En esta ciudad ya vivimos en un cuartel, con tanta inseguridad que nos rodea y el Ejército que blinda la ciudad. No podemos salir de aquí, ¿para qué queremos otro cuartel?", dice un padre de familia que pidio el anonimato.
La Operación Noreste en la frontera chica dejó como resultado hasta agosto de 2011 el aseguramiento de 2,571 armas, 553 granadas, 1,033 vehículos, 102 toneladas de mariguana y 300 kilos de cocaína, además se han detenido a 597 personas y rescatado a 183 más, detalló González Cruz.
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